Araceli Otamendi - El poder de los números
El poder de los números
Hay cosas que como un agujero negro, te pueden tragar.
Una de esas cosas debe ser el cero.
La pantalla flota en el agua, sin cables, sin peligro. Las tres menos cinco, enero, año dos mil veinte. Ahora las
cárceles no existen y todo es una gran cárcel, las imágenes se ven como en
una pantalla de cine. Hace poco se casó el último rey del planeta. Como en toda
simbología, el casamiento se celebró con un ritual y magníficos trajes. Los
novios se subieron después a un tren, iba por las calles, era un tren
semejante a un gran juguete, donde también viajaba el séquito nupcial. Como
parte de la seguridad de la comitiva, nadie podía sustraerse a ello, los seguí
desde la pantalla, poco después irrumpieron en la escena varios trenes más.
Casi todos iguales, salvo algún detalle. El primero, el del rey y su nueva
mujer, enfiló hacia un bosque. El segundo, hizo casi el mismo camino y se perdió detrás de una fuente. El tercero y
el cuarto, anduvieron detrás del primero. Después de contar cuatro trenes,
cambié el canal.
Pero sólo unos
pocos sabíamos que el chip del rey y el de la novia incrustados bajo la piel de sus
brazos, daba otra señal. Estaban muy lejos del lugar que la pantalla indicaba.
Sólo un niño podía haber dicho "no es el rey" como en el cuento de
Andersen, cuando dice "el rey está desnudo".
Los gps
funcionan correctamente, todo está en su lugar. Mi chip, por ejemplo, da la
señal verdadera de dónde estoy, en la piscina, y sé, que en el fondo a la
unidad de control no le preocupa. Todo queda registrado, fecha, hora y lugar.
Ahora pasa un
avión por el cielo y le hago señas como en un acto reflejo. El avión,
conducido en forma automática, hace un seguimiento de los chips y los datos de
los gps y compara. Los códigos binarios, dónde todo se representa por ceros y
unos, no pueden fallar. Para eso están las matemáticas, dominándolo todo desde
hace muchos años. Las matemáticas, lograron meternos a todos en esta vida de
chips, de gps, de ordenadores, de automaticidades. Los códigos binarios, tan despreciados
por algunos, han dado en la clave. Cualquier letra, cualquier imagen puede ser
transformada a números, ceros o unos, dado que hay infinitas combinaciones.
Sólo me queda hacer múltiples cálculos hasta revelar la última cifra.
Sólo me queda hacer múltiples cálculos hasta revelar la última cifra.
© Araceli Otamendi
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