Araceli Otamendi


Historia del emperador Chin-chan-fu y la rata que fue confundida con un perro*



*de la serie Cuentos chinos apócrifos



En la máquina del tiempo todo se puede confundir: recortes de diarios, noticias del día, informes de laboratorios, viejos manuales de historia, tal es el caso del detective Ronald Britten que una vez más se había introducido en la máquina del tiempo para investigar acerca del caso del emperador Chin-chan-fu y la rata que fue confundida con un perro. En la enciclopedia británica del año 2022 decía que ciertos hurones fueron modificados genéticamente para ser parecidos a los perros caniche y así poder venderlos como mascotas en el mercado. Una mujer, que decía haber servido en la corte del emperador Chin-chan-fu había dado su testimonio y era éste:

"...iba oscureciendo en el palacio del emperador Chin-chan-fu, yo estaba repasando las molduras de oro de las ventanas para que estuvieran bien brillantes y veo pasar al hurón, tenía pelos como los de los perros y una mirada vivaz y corría cerca de una pared. Yo misma corro hacia él con la intención de matarlo, al menos de golpearlo. Y en eso el hurón se esconde, no sé dónde y el palacio queda a oscuras ya que todavía no se habían prendido las velas que debían alumbrar el salón...".




A Ronald Britten, el detective, no le bastaba con seguir leyendo el testimonio de esta mujer en los recortes de los diarios viejos y amarillentos y decidió tomar una copa de licor de mandarinas chinas y seguir buscando. Fue así que se sentó a la sombra de un árbol, curiosamente un mandarino, y se puso a pensar por dónde seguir la investigación. Uno de los frutos del árbol, de cáscara naranja brillante cayó sobre la frente del detective y le despertó la imaginación: iría al mercado, un viejo mercado de su barrio adonde tal vez consiguiera uno de esos hurones transgénicos. Ronald Britten se quitó el vistoso kimono - no sabía de dónde había salido porque en la máquina del tiempo ocurren muchas cosas inexplicables - y ya vestido con el jean y la camisa de siempre y con el revólver en la cintura se dirigió al mercado.
En una jaula había varios hurones muy divertidos que se parecían a perros caniches. Al detective le gustó uno particularmente parecido a un perro y decidió llevarlo para seguir investigando. El vendedor le dijo que se estaba llevando un precioso perro caniche toy y el detective le preguntó de dónde provenían estos animales tan lindos pero obtuvo sólo silencio como respuesta. ¿Tenía algún asidero relacionar el caso de los hurones que eran vendidos como perros con el emperador Chin-chan-fu? se preguntó Ronald Britten. Tal vez no, se dijo mientras miraba al hurón, cómo trepaba a uno de los armarios de la cocina de su casa.
Y no, parecía que no, que tal vez siempre estos hurones hayan estado en todos los países del mundo, eso pensó Britten, al mismo tiempo que se rascaba la cabeza y pensaba qué es lo que haría ahora con el hurón que parecía un caniche. Pero el hurón parecía sonreirle, le mostraba los dientes desde el armario más alto de la cocina y Britten empezó a pensar cómo destruir a la máquina del tiempo y al hurón incluido. Y fue así como el detective Ronald Britten tuvo uno de sus muchos traspiés en la investigación ya que el hurón escapó corriendo a muchos kilómetros por hora y nadie sabe hasta ahora por dónde puede estar.

(c) Araceli Otamendi







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