Araceli Otamendi


















El Día de San Valentín (II)

El redoble de los tambores ahi en la playa, las fogatas cercanas que los adolescentes han iniciado en la noche, el sonido de alguna guitarra, el canto de los pájaros van anunciando el alba. Salgo a caminar por la arena, Horacio duerme. Cuántas cosas pueden hacer que el dolor de cabeza me parta en dos, cuando las fieras que yacen dormidas en el inconsciente empiezan a golpear como el sonido de esos tambores. Fieras, preparadas para salir en cualquier momento. ¡Malditos animales! Se enroscan en el fondo del alma, un descuido y saltan. Será por eso que camino ahora cerca del mar, miro el horizonte, lavo mis pensamientos con el verde y el azul del agua. Horas atrás, apenas algunos días hace, se ha casado Laura. Fue hace poco, el 14 de febrero, Día de San Valentín, que según dicen, es el día de los enamorados.
Debe ser una de las últimas deudas que había que pagar. Recién empieza el año y estoy en la arena, bordeando el agua, haciendo el primer balance, el debe y el haber, y calculando el saldo.
Pero si toda mi vida estuve pagando cuentas, seguramente no eran mías. Deudas y más deudas. Venían arrastrándose. Y yo pagando, pagando, pagando. Un pájaro camina por la arena, luego vienen dos o tres. Decido instalarme en la arena húmeda cerca de ellos. Sobre la cómoda de la habitación de Laura dejé el tocado de novia, el vestido que lució ese día tan importante. Antes de hacer la valija para venir aquí, envolví el cuadro con el diploma de arquitecta de Laura en papel de seda para que se lo lleve cuando vuelva. Quise darme una vuelta por su cuarto, mirar fotografías.
A la hora de los consejos no quise dárselos. Fueron muchas palabras que empezaron mientras la tenía en la panza. Muchas palabras, susurrándole a la hora de la siesta, nombrándola, Laura. No podía hablar del dolor, del que casi me muero, cuando tenías veinte años. Entonces
fue ese descubrimiento ¿a través de los sueños? ¿Otra mujer? Tal vez ... Decidí ocultártelo.
Todavía faltaba mucho para que te recibieras de arquitecta. Decidí ignorarlo, y todo siguió adelante. Ahora yo tenía una deuda menos y él una más. Y vos necesitabas tanto de mí,
tanta contención, tantas palabras. Y ahora que te veía tan realizada, tan feliz, tan mujer, decidí
callar, resisitir, somos grandes ¿para qué hablar? Sé que cuando vuelvas vas a tener la delicadeza de traerme un regalo. Te gusta sorprenderme, como cuando eras chica y a veces improvisabas un cuadro. Colores y formas dibujadas con tu mano infantil me alegraban durante muchos días, aún lo hacen. Laura, maravilla del mundo. Te susurro palabras aunque estés lejos, aunque no me escuches. Sobre todo a la hora de la siesta. Es la hora en que esas malditas fieras pueden surgir y asaltar la realidad. Hoy se han adelantado. Entonces me incorporo dejando huellas en la arena, y sigo caminando, dueña y señora de mi destino, aunque indefectiblemente sé, como dice Pessoa, que toda mi vida es un recibo que sigue sin firmar.




(c) Araceli Otamendi


El Día de San Valentín pertenece a la serie de cuentos El Día de San Valentín

Comentarios

Abel Espil ha dicho que…
Apreciada y admirada Araceli: la síntesis de la realidad en cuento o el cuento convertido en realidad, conecta al lector con el mundo simple -aparente-,donde subyase el amor por los hijos.En conclusión: entregar nuestras vidas en función de este amor.
Lo has logrado al ser un excelente escritora.
Abel Espil
Araceli Otamendi ha dicho que…
te agradezco mucho el comentario, Abel,
cordialmente.

Araceli

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