Martha Minteguía





Prisionero de un Cristal *
 

El tren corre entre las montañas como un río secreto,  zigzagueando las curvas de la vida.
Damián va con la mirada ensimismada en una apartada región de soledad como navegando debajo de todo lo que ve, a través de los cristales errantes de la ventanilla.
En sus manos un libro sobre Entelequia de Radmon Riter descansa en sus rodillas. Quizás imagina una máxima perfección de segmentos inscriptos en su alma.
“Cualquier figura pude inscribirse en el interior de un círculo...”(Razona).
Entre los pasajeros del tren busca la belleza en los rostros, cosa bastante difícil dada la vulgaridad de los pasajeros.
“ Aquella mujer por ejemplo, con ese pigmeo que tiene por hijo, parecido a un diminuto y flaco Quasimodo con ese sobretodito mal hecho....”
En su soliloquio  se suceden sin secuencia lógica las percepciones del mundo exterior con las reflexiones morales, metafísicas y sociológicas.
Su viaje es una búsqueda de sí mismo, como un sueño donde se ve igual que un títere pura apariencia y sin nada adentro en una cadena de posibilidades infinitas.
Su problema comenzó  cuando en el teatro donde actuaba, le asignaron el extraño papel de practicar la cristalomancia y descubrir los conocimientos intuidos. 
Ya nada fue igual a partir de ese momento. 
Fue tal su concentración, que solía salirse del guión y efectuar predicciones desconcertantes para el resto del elenco que no sabía qué pasaba y no podía seguirlo.
Hasta creía ser una reencarnación de Rasputín o del Sumo Sacerdote Inca.
Para él, el radar y la televisión pasaron a ser sólo instrumentos mecánicos.
Sus ojos comenzaron a bordearse de profundas ojeras y caía en meditaciones que parecían trances, lo que provocó su despido de la compañía. 
La mujer vuelve a moverse en su asiento y Damián profiere un exabrupto justo cuando un silbato estridente resuena y entran en las fauces devoradoras de un túnel.
En esta puerta sin sol del laberinto, todo el circuito periférico del joven se desconecta de la realidad y cae en un sueño profundo. En medio de él y en la oscuridad total, escucha un ruido como de ropas que se deslizan e inmediatamente, descubre que soy yo quién está sentado a su lado con un block y mi lapicera. 
Cree ser un ente de ficción que ve a su autor, quién con su presencia le impone la negación de su propia existencia.
Con manos temblorosas extrae la bola de cristal que refulge en la noche del vagón.
Pongo mis ojos y mis labios en ella para aparecerme, ya que él se niega a mirarme de frente.(Me he cansado de su suficiencia).
“Si crees que negándome no existo, estás muy equivocado. Soy quién te dio vida y los poderes que posees, pero además necesitamos al lector, y si te obstinas en ser el actor principal y obtener una para inmortalidad, no dudaré en ponerte en evidencia para
desacreditarte. Damián, sin quitar los ojos de la bola, se palpa tratando de verificar su consistencia presa de un tormento en espiral.
“Lo físico es la superficie, pero mi alma es la profundidad.” (Piensa).
Se esfuerza en recordar los conceptos del libro Akásico para conocer sus principios etéreos, pero una intensa nebulosa se aposenta en la esfera que consulta.
Un presentimiento desolado lo inunda, pero haciendo acopio de sus fuerzas trata de huir en un movimiento vibratorio o estremecimiento del éter de su sustancia, poniéndose de pie.
“Si hablas así del lector, supongo que él me tendrá en alta estima luego de conocerme y antes de que tomes ninguna medida conmigo”. (Dice contrito)
“No estés tan seguro, le contesto.”
Un nuevo silbato anuncia la salida del túnel, mientras desde el Arcano cuarenta y tres, mi personaje comienza a alucinar, la locomotora sale del ámbito de los rieles de turbio azogue y en una sentencia que no parece reversible, la sitúo entre el tiempo y el espacio, mientras “mi” Damián queda prisionero del cristal. 
Sólo las hojas de mi cuento se detienen en las vías junto con el libro de Riter y una esfera transparente que brilla entre los rieles.
Deseo que las transformaciones no sean la tumba de lo absoluto. 




*cuento publicado en el libro "Espejos y enigmas" (Editorial Martin), publicación autorizada por la autora.
 © Martha Minteguía

Mar del Plata
Provincia de Buenos Aires
Argentina

imagen: Frank Stella, The Whale -Watch (de la muestra de Frank Stella en el Malba)

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