O´Kanny Blandón Mariscal




Después del invierno vienes tú *


   Después del invierno viene el invierno. Eso me lo dijo un viejito mendigo tiritando en su esquina cuando le ofrecí mi chaqueta y él me alargó su botella  de vino. Preferiría no creerlo pero no tuve argumentos en su contra. Si me gustaría que supieras, pequeña Rosalía, que con los años los ojos de tu muñeco de trapo le vuelven un testigo ciego. Hay bastantes brujas y forajidos y veneno en muchos de los platos. Las monedas que menos valen son de chocolate. No quiero que nunca tengas miedo. No quiero que hoy te sientas sola. La vida puede ser maravillosa como una nave llena de caramelos o despertarse con una risa. Si vivieras conmigo, Rosalía, no habría monstruos bajo la cama pero si pelusas como gatos. Llenaríamos veinte globos con butano y nos iríamos volando por la ventana hasta el parque mas cercano.
   Cuando me pongo a pensar en la playa los recuerdos se vuelven amarillos, el sol, la arena, las caras de la gente, los polos, quizás de limón, todos ellos amarillos. Lo único diferente era  el bikini de tu madre, que era negro como también lo era su verdadero pelo. Recuerdo que nos metimos hasta la cintura sólo en el agua dorada porque aún estaba fría. Las olas salpicaban a tu madre en el pecho y a mi en el alma. Después todo corre muy deprisa como un flash back que va a perder su tren. Está un curioso imán de manos, cenas en a saber qué parte, un saco lleno de caricias, una estampida de minutos en la sábana de mi vida, días, noches, días, noches, días y una tarde vimos un arco iris desde un autobús. Supongo que para entonces ya ibas viniendo de Ningún Lado. Luego todo se murió estúpidamente como un pez tropical en agua fría. Yo la quería y ella me quería, ambas cosas son ciertas pero ni siquiera eso a veces es suficiente. Aún la echo de menos. No te voy a explicar más del tema. Si te apetece, pregúntale a tu madre, pero no le digas de qué hemos hablado. A estas alturas ya debes de saber que ser una acúsica es algo feo.
   Si te preguntas con el tiempo qué carajos he estado haciendo, que sepas que sigo estudiando mi carrera, si, la de maneras de fracasar constantemente. Entre derrota y derrota estoy bastante bien, bastante tranquilo. No dejes que te engañen, seguro que lo intentan, para ser razonablemente feliz sólo se necesita un sueño. Es cierto. Todos los hombres tienen sus fantasmas. también es cierto. Fantasmas de sí, fantasmas de sus trozos, los vidrios de las cosas que rompieron. Yo camino sobre cristales y el crujir me acompaña. Pero sí, a pesar de eso, estoy bastante bien, bastante tranquilo. Pienso en ti, no sé si demasiado porque no sé cuanto es demasiado, quizás sea  poco, aunque creo que no, creo que mucho. Sí sé que pienso en ti. En los grandes árboles de la plaza donde vivía tu madre y seguramente ahora tú vivas. No sé que tipo de árboles eran. Pienso en el tatuaje que le habrás visto en el hombro. En sus pequeños pies corriendo por la arena, saltándose torpemente los castillos.
   Después el invierno. Me gustaría que supieras que muchos hombres son como los mimos que después de la función hablan mientras se desmaquillan. Me gustaría que supieras que muchos hombres son como dragones y queman todo lo que les rodea. Me gustaría que supieras que muchos hombres son sapos, simplemente sapos. Sé que te irá bien porque soy incapaz de imaginar lo contrario. No te puedes morir mientras yo viva pero por favor, no lo pruebes. ¿Qué vendrá después del invierno? Después del invierno quizás venga el invierno. Yo no creo que sea así. Prefiero cerrar los ojos para imaginar que después del invierno vendrá el título de este texto.

(c) O´Kanny Blandón Mariscal

Alcora
Castellón
España

*cuento finalista en el Concurso de cuento Revista Archivos del Sur

imagen: Rómulo Macció, El pato de la boda, (de la muestra en el Museo Nacional de Bellas Artes)

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