Reinaldo Edmundo Marchant - Nube

tapa del libro El lugar donde la Nube Paraba - Reinaldo Edmundo Marchant
editorial Amanuense (Chile)


NUBE

Mi madre no me enseñó a leer ni a escribir, pues ella no sabía. Tampoco me inculcó matemática, lo ignoraba. No pudo adiestrarme en la historia ni la geografía. Permaneciendo en el vientre, aún sin saber cómo era mi cuerpo, le hablaba al Padre y a mí. A ambos no visualizaba.

Sólo tenía fe. Esa era su suprema confianza.

Al Padre Superior me encomendaba y en mí sembraba la creencia.

Cuando fui grande, descubrí que el triunfo de las cosas radica en reconocer que lo Celestial existe, aunque no se toca ni se ve. Ahí está el valor supremo. La convicción máxima. El Padre y yo éramos invisibles ante sus ojos, no así en su corazón. ¡Ahí palpitaba un hálito sagrado que jamás podré describir!

Yo la divertía con mis movimientos, el Todopoderoso le entregaba consuelos y esperanza. Todos los menesteres del hogar los realizaba hablando con Él. La escuchaba con oídos sorprendidos. Le preguntaba a quién se dirigía con sublime fervor:

-Al Hacedor de la tierra y los cielos que siempre nos ve- respondía con una certeza y naturalidad difícil de no creer.

Mi madre no pudo aleccionarme en la física ni la métrica. Nunca tomó un libro ni leyó un diario de la ocasión. Ni siquiera pudo ojear una línea de lo que escribiría su hijo menor. Su sabiduría estaba en los colores de la planicie. En los matices del tiempo. En los rayos azulinos del sol y en esas palabras que, desde el origen, atentamente escuchó.

Tenía un guía que nunca fallaba, el Señor.
Mi mente de niño no entendía esa confianza sobrenatural que derramaba. Testigo de carencia de puchero y de bienes, Rosa nombre que se inventó para confundir a ilusos- aún en los momentos materiales más lúgubres, no abandonaba el amor que profesaba ante el Creador.


-Jehová es mi Pastor. Nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar*- decía cual si fuera la letra de una canción.

Llanamente me explicó que fijara la atención en esa Persona justa, para ser cambiado de adentro hacia fuera. Para huir del mal y nunca ser alcanzado por el dolor. Insistentemente me pedía que pensara y creyera en su Salvador. Que lo hiciera limpiamente, crédulo a más no poder. Que de este modo bajarían sorpresas, que el mundo jamás podría entender.
Confesó con inenarrable inocencia lo sentía- que Jesús deseaba establecer un vínculo de amor y de amistad con seres que se han criado bajo el desamparo y distantes de quienes ostentan el poder.


Que sería el único Hombre misericordioso que jamás me desatendería, y que algún día en carne propia lo habría de reconocer.

"Comprobarás que velará por tus pasos en días con sombras y luz", aseguraba bañada en un agrado que contagiaba lo más íntimo de mi ser.
Con esas elementales enseñanzas las mayores de mi vida-, avancé por el rabioso bosque terrenal, tratando de evadir aquel polvo que soplaba aire rancio en la nariz. Me hice fuerte en la soledad, valiente en las penurias, un poderoso creyente de su bondad. Como carecía de progenitor, a Jehová nombré mi padre y a su Hijo le declaré una sincera amistad.


En días salpicados de nubarrones, recurro a aquellas primeras enseñanzas, levanto la vista para obedecer a la luminosa nube de lo Alto, y exhorto sumido en gratitud:

- ¡Amén, madre, amén, por presentarme Amigos cálidos que nunca dejaré de querer!







*Salmo 23: 1



(c) Reinaldo Edmundo Marchant
Santiago de Chile

El cuento Nube pertenece al libro El lugar donde la Nube Paraba, de Reinaldo Edmundo Marchant, publicado por la editorial Amanuense (Chile)

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