Federico Vincenzini



Solamente placer



Aún la cama está caliente, se siente el perfume de una mujer que lo dejó atrapado entre las sábanas pero observo y ya no se encuentra a mi lado. Su día empezó temprano yendo al trabajo, lugar donde nos conocimos, lugar donde yo tengo la fortuna de tenerla cerca, como amante y como su jefe. Soy contador y ejerzo mi profesión en una empresa desde hace ocho años. La conocí haciendo entrevistas laborales y debo admitir que aquel día cuando entró a la oficina, quedé impactado por su belleza, su cuerpo, sus imponentes pechos y su morena piel que traslucía su camisa blanca. No creo haber sentido tal atracción por alguien así, pero sí supe que la quería tener en contacto permanente. Por eso le concedí el trabajo con motivos de arrebatarla hasta mi casa, con malas intenciones, de probarla ,de  saciarme en ella, verla desnuda, verla volar, solo eso, solo para llegar a lo mismo de siempre, sentirme el gran hombre, ese que quiere lograr eventualmente que no lo olviden por su forma de amar locamente.
Admito lo holgazán de mi persona pero no creo en el amor ni mucho menos en compartir una vida entera con alguien. Soy esto y las mujeres son los motivos por los cuales vivo.
Como dije anteriormente, esa mañana Virginia se fue nuevamente satisfecha al trabajo, pasamos la noche juntos, una vez más derretimos el aire caliente con nuestras respiraciones y la noche quedó pendiente de un hilo por los gemidos atemorizantes del amor. Ella, que se despide con tres besos al marcharse, confirma con sus ojos al mirarme lo mucho que me ama y yo indiferente, no puedo demostrar nada de lo mismo, no sé el porqué, pero sí entiendo que sólo quiero tocar el placer, olerlo, palparlo, tomarlo, acariciarlo, besarlo, atormentarme y refugiarme en él para perder la cordura en lo prohibido.
_ ¿Qué tendrá de bueno el placer, lo prohibido?
_ ¡Quién sabe! ¿Habrá intensidad, irracionalidad dentro de aquellos?
_ ¡No respondas con otra pregunta!
_ Es ironía creo. ¡Todo es ironía en la vida amiga contradictoria!
_ Ni me lo digas...


(c) Federico Vincenzini

Federico Vincenzini ( 23), estudia Lengua y Literatura.

Monte Buey, Córdoba
Argentina

imagen: Matías Goeritz, Mensaje XV, Levíticos XX, Colección Rufino Tamayo (de la muestra en la Fundación Proa)

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