Nora Tamagno




Mandato


Alguien me intimó fehacientemente a desnudarme, a despojarme de las ropas que más que abrigarme, me contaminaban el alma, y obedecí, como suelo obedecer a cada uno de los mandatos que me imponen, aunque me obstino en mostrarme insobornable y hacer mi voluntad. Eso, es definitivamente, mentira. Me desnudé en un instante, me deshice de las ropas que me estrangulaban y oprimían y entonces, me sentí aliviada.
Alguien, con tono autoritario, me ordenó mantenerme alejada a prudente distancia de los sitios que frecuentan el dolor y la amargura, a pasar lejos, y de ser posible, apartando la mirada, apelando a la magia de los niños, tornándome invisible.
Alguien me invitó a participar de la esperanza, a alegrarme con las breves alegrías que suelen pasar de minúsculas a mayúsculas cuando la relación se hace fraterna.
Alguien me propuso soñar con colores de acuarelas, con trazos de crayones, con perfumes de magnolias, de lavandas, con susurros, alguien me sugirió adueñarme de otros sueños, y soñarlos de a dos.
Alguien me aconsejó pactar con el olvido, pero sin perder la memoria, archivar los fracasos, inicialar las sonrisas, multiplicar los aleluyas; me dijo que es bello amar en cualquier tiempo, dejarse amar con mansedumbre y estrenar emociones cada día.
Alguien me advirtió que es imposible contabilizar cuantos besos caben en una sola noche y cuántas caricias alberga una madrugada, cuánto silencio apareja un secreto, cuánto ultraje una traición.
Alguien se atrevió a capturar los fantasmas de las pesadillas y las transformó sin más en recreos, rueda- rueda y popa mancha.
Alguien me puso sobre aviso, que hay que extraditar las penas, aún a costa de amenazas, malas artes y extorsiones, desmalezar los recuerdos, estibar los rencores en artesas inviolables.
Alguien prescribió empezar de nuevo, y aquí estoy, como es costumbre, acatando las órdenes, haciendo los deberes: mientras destejo telarañas, voy colgando estrellas cual guirnaldas, las lustro, las clasifico por tamaño, les pongo música, canciones de cuna, de cumpleaños, de calesita, y les doy el primer envión para que se hamaquen y después, que el viento las ayude, las meza o las haga girar como trompos luminosos y lancen destellos que transformen las noches en alboradas.
 (c) Nora Tamagno
Rosario
Provincia de Santa Fe
Argentina

imagen: Flavia Da Rin
s/t (de la muestra De rosas, capullos y otras fábulas en la Fundación Proa)

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