Magda Lago Russo


El ocaso de una Diva

Emily veía como la tarde se iba perdiendo detrás de los árboles del parque, se levantó para encender las luces de la casa.
Le pareció  sentir un débil golpe de campana en la puerta principal, como por lo general sonaba fuerte pensó que era un juego de su imaginación, otro sonido más fuerte  no le dejó dudas. Alguien llamaba a la puerta.
¿Quién podía ser?
Mientras razona se acerca a la puerta, sin preguntar nada la abrió con confianza.
Su sorpresa fue máxima cuando se enfrentó a un jovencito.  
-¿Qué  deseas? le preguntó con voz baja
- Comida y descanso.
Emily por primera vez no sabía que hacer, por su mente como en una película pasan los hechos de violencia que muestra la televisión, sin embargo la mirada del muchacho es límpida, aunque triste, sus ropas están aseadas, un poco arrugadas  como si hubiese estado recostado en algún lugar.
No sabía por qué, le inspiró confianza y lo hizo entrar.
- Ven, vamos a la cocina, algo encontraremos.
El muchacho mira con detención todos los lugares por donde transita para llegar a la cocina, al pasar por la sala se detuvo, se acercó y mirando a Emily, preguntó:
-¿Qué  es todo esto, una exposición de ropa de fiesta?
- Vamos a la cocina, luego te contaré. ¿Cómo te llamas?
- Eric, respondió.
Al llegar a la cocina, Emily dispuso comida en algunos platos y se los ofreció a Eric, el cual comió con moderación.
-¿Vas a comer? Le preguntó el muchacho
-Por ahora no, a Emily le parecía  raro, estar compartiendo su mesa con un extraño.
Se sentía rara.
  -¿De dónde vienes? Debía saber  algo más de ese ser que había llamado a su puerta, esa media tarde.
- Vengo de Pittsburg, en el estado de Pensilvania donde nací, hice estudios secundarios y al llegar a esta edad, tengo diez y seis años, decidí recorrer el mundo.
-¿Cómo tomó  tu familia esa decisión?
-  Mi padre no está conforme tiene miedo de que me  ocurra alguna desgracia, yo lo tranquilicé en parte, diciéndole que me voy a cuidar, tengo que construir mi porvenir. ¿Por qué decidiste recorrer el mundo? Porque deseo ser escritor y  por lo tanto debo ampliar mi horizonte, conocer gente diferente, pueblos, costumbres, historias de vida...
A Emily le llama la atención lo claro que tiene Eric,  lo que va a ser su vida y la firmeza de sus conceptos.
Terminó  la cena.
Emily piensa que no lo puede dejar ir, ya es noche cerrada  y a pesar de su aparente madurez es un chico.
-Puedes quedarte por esta noche a descansar  hay un sitio en la buhardilla que es bastante cómodo, te alcanzaré unas mantas.
-Muchas gracias por la confianza que me tienes y si me guías hasta el lugar, desearía descansar.
Con  naturalidad Eric le besó la mejilla, ésta quedó inmóvil, no esperaba la reacción del joven. Sólo atinó a decir, con voz débil:
- No era necesario.
Sin mediar ninguna palabra más, lo conduce hasta el desván. 
  Emily salió por la mañana a hacer su caminata diaria por la playa, a lo lejos vio la figura de alguien que no lograba distinguir con claridad, de cara frente al mar, cada tanto arrojaba algo que las olas le devolvían.
  A medida que se acercaba, la figura era más nítida, pudo ver que el que allí se encuentra es Eric.
-Buenos  días, parece que has madrugado ¿cómo pasaste la noche?
-Dormí  muy bien, como sentía el ruido del mar, vine a escucharlo de cerca. El mar me ha atraído siempre.
Emily esbozando una sonrisa le responde:
-Tenemos un gusto en común.
-¿Has desayunado?
-No, contesta Eric, salí a caminar, la señora que estaba en la cocina no  me miró con cara amigable.
-Ah! Emma es quien me ayuda con los quehaceres domésticos.
Se siente rara caminando por la playa con Eric, siempre lo hace  sola y ahora está compartiendo ese paseo con el muchachito.
Llegan a la casa y  ordena a Emma que les sirva el desayuno en la galería, el sol ya asoma y promete ser un día radiante.
Quiere saber más de ese personaje que irrumpe en su vida, de modo, que le hace preguntas:
-¿Cómo has llegado a este lugar, no es fácil para el que no sabe?
-Salí  de casa hace un mes y empecé el viaje utilizando todo medio de transporte, me muevo al azar, según hacia donde va el que me lleva, de esta manera llegué aquí.
  -¿Siempre consigues albergue y comida?
-Y... a veces no, duermo  a la luz de la luna, como  un día sí y otro no, no me importa, lo que yo quiero es conocer  lugares y personas  de otras etnias con sus religiones, su forma de  vida, para poder escribir  una novela.
   -Anoche dijiste, que me ibas a hablar sobre  la exótica ropa que tienes en la sala como en una exposición ¿qué te parece si me lo cuentas ahora?
-Bueno, ven.
Cuando llegaron a la sala, Eric observa con atención todo lo que se le ofrece a la vista, sin hacer comentarios,  se acerca a un mural que ocupa casi la mitad de la pared con la figura de Emily en su época de vedette, exponiendo toda su belleza y sensualidad.
-¿Eres tú? pregunta.
-Sí, cuando estaba en la cumbre de mi carrera.
-No puedo creer que seas la misma, ahora eres una señora, nada que ver.
-Y... los años han pasado.
-Perdona, que te pregunte: ¿para qué tienes toda este montón de ropa por ahí tirado, quién lo viene a ver?  Creo que no despierta interés a nadie.
 ¿A quién le puede interesar que hace una punta de años te hayas vestido, bah...es  decir, con tal o cual ropa?
Emily lo escucha sin dar crédito a lo que oye no puede creer que un muchacho de tan sólo diez y seis años, haga esa crítica.
Sin embargo, Eric sigue emitiendo los conceptos que todo aquello le produce.
- Esta sala es hermosa tiene dos amplios ventanales por donde el sol debe entrar a raudales,  los tienes cerrados para que todo esto no se estropee, no puede ser...
-Mira jovencito, con mucha seguridad dijiste lo que piensas lo cual me parece bien, ahora vas a escuchar mi versión.
 -Todo esto que para ti es un montón de trapos y papeles, para mí son los trozos que conforman el puzzle de mi vida ahí están mis triunfos, mis derrotas, mis amores y desamores, media vida dedicada a lo que más amé, mi marido y mi carrera. Eric había quedado callado y serio, mientras Emily contestaba  a sus reflexiones, la miró de frente y dijo:
- Me parece bárbaro todo lo que dijiste ¿no pensaste que esto lo podías haber hecho, colgando la ropa en un placard, poniendo las fotos en un álbum y con lo demás hacer algún cuadro que otro?
 No hay que pensar en lo que quedó atrás, pues debe estar grabado en alguna parte, no se debe vivir de recuerdos sino coexistir con el presente día a día.
Emily lo escucha y su asombro es cada vez mayor,  ese muchachito le habla como un adulto, con mucha madurez
-¿De dónde has sacado  tanta sabiduría?
-Mi padre a mis dos hermanos y a mí, nos ha enseñado los   valores de la vida, ya que perdimos a nuestra madre cuando éramos muy chicos, de modo que él se hizo cargo de nosotros, no quiso que nadie nos educase en persona, fuimos a buenos colegios  aprendimos todo lo que nuestra edad exigía y luego cada uno eligió su camino, mi hermano mayor es ingeniero y el más pequeño mecánico de autos.
Yo elegí  ser caminante y escritor
-De modo que tú debes de estar de acuerdo con  lo que dice Machado:
          “Caminante, no hay camino,
         Se hace camino al andar.
    Al andar se hace camino
    Y al volver la vista atrás
    Se ve la senda que nunca
    Se ha de volver a pisar.” 
-¡Por supuesto! Exclamó.
-Yo, tú, todos vamos haciendo nuestro camino, lo transitamos, lo vivimos, queda trazado detrás nuestro,  ya no se vuelve a él. Seguimos adelante.
-Tú, por ejemplo, ¿Volviste a vivir los momentos grabados en fotos y murales?
-¡No! Eso todo quedó atrás, no lo puedes revivir,  ni mirando, ni tocando, ni acariciando todo esto. No debes vivir de recuerdos, tienes que vivir el hoy.
-Capaz que no te das cuenta, encerrada como estás en tus recuerdos, tienes mucho para dar, toda la experiencia que te dieron los años ¿por qué no la vuelcas en otras gentes que llegan a un lugar a buscar la base de sus sueños? En jóvenes que desean ser bailarinas cómo lo quisiste ser en su momento, además estás más en contacto con el mundo real.
Emily lo escucha y no puede negar que lo que Eric le dice es razonable, él no sabe que es bastante difícil borrar los años de presencias y memorias.
Ella es una mujer mayor, no va a ser  fácil cambiar en poco tiempo, en fin, se verá.
Después de almorzar Eric se marcha, toma su mochila, se despide de Emily con un beso en la mejilla, le agradece su hospitalidad y silbando una canción de moda, se vapor la orilla del mar.
Emily lo queda mirando hasta que su imagen es un punto en la lejanía, luego muy despacio se dirige al jardín de invierno.
Necesita de ese refugio, su mente es un torbellino de deas y la confusión la domina, todavía no puede creer que un  adolescente haya  conmocionado  con sus palabras sus sentimientos.
El muchacho le había criticado con crudeza todo lo que ella atesoró en  su vida, en su carrera de bailarina.
Una vida que tuvo que escalar como una montaña, ascendiendo por ella con dificultad, salvando abismos o cayendo en ellos, alcanzando la cumbre y hacer equilibrio para no descender, llegó a la cima y  permaneció, hasta que triunfante se alejó.
No quería  que la madurez la encontrara en ese mundo  de fantasía,  deseaba vivir las esperanzas e  ilusiones que  afloraron con el amor
.Eric es muy joven todavía para comprender lo que siente un alma solitaria.
Va solo por el mundo, su juventud y luego su razón hará que sus sueños se cumplan, tiene todo para ser un triunfador, también descenderá, se caerá y se volverá a levantar, hasta llegar a la meta deseada.
Ella se ha hecho amiga de la soledad y es su confidente, como en este momento de turbación, donde todo se confunde, ¿a quién acudir?
A ella, que es a la única que puede abrirle el alma,  donde está el secreto de su yo, toda su  vida,  ella es la custodia de su sueño y  su compañera.
Sin embargo, las palabras de Eric se van abriendo paso poco a poco entre sus aturdidos pensamientos, quizá para que en un día no muy lejano, la soledad sólo proteja su sueño.  

(c) Magda Lago Russo

Montevideo 

Uruguay
  
imagen: Florencia Giles (detalle de la Instalación Cámara, 2005 - Muestra en la Fundación Proa "De rosas, capullos y otras fábulas)

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